Las complejidades del periodismo en el contexto actual

En este mes del periodista, Celina Casentini reflexiona sobre qué implica ejercer esta profesión y, también, ser consumidor de medios informativos en esta era. 

El 7 de junio se celebra en Argentina el Día del Periodista en conmemoración a la fundación en 1810 de “La Gazeta de Buenos Ayres”, el primer periódico del país, a cargo de Mariano Moreno. Este medio surgió para la difusión institucional de la Primera Junta de Gobierno y tuvo un rol preponderante en la lucha por la independencia. En su primer publicación, Moreno comentaba:

 “el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres»

Si bien, la premisa de la creación de este medio fue la de priorizar que el pueblo esté bien informado, con noticias verídicas y leales a la Patria; con el tiempo la mediatización tuvo cambios importantes que llevaron, en muchos casos, a correr ese eje prioritario. El afán de la acumulación de riqueza y de poder de los  sectores de la oligarquía argentina (y del mundo) condujeron a procesos con atajos, malversaciones, ilegalidades y violaciones al derecho de acceso a la información de la sociedad. Y así, el periodismo que surgió como un medio informativo para la sociedad de calidad y patriótico se fue transformando en un periodismo vende humo, mentiroso, y ofertado a aquellos sectores poderosos que deseen invertir económicamente y pactar que sus intereses sean los que se instalen en la agenda social. De esta manera, la desestimación y desvalorización del periodismo no tardó en llegar. 

Por otro lado, hoy vivimos en una época que el teórico de la comunicación, Carlos Scolari, propone identificar como de estado gaseoso. Este autor, retoma la metáfora de “modernidad líquida” del sociólogo y filósofo, Zygmunt Bauman, en la cual vislumbra ciertas características sobre la sociedad moderna: la incertidumbre, la inestabilidad, la flexibilidad, el cambio constante, la transitoriedad, el aislamiento y la individualización. La “modernidad gaseosa” se trata de un momento post-postmodernista enloquecido y acelerado donde los contenidos circulan como moléculas en estado gaseoso: combinándose, fragmentándose y moviéndose con rapidez.

Esto significa que sus características generales son la hipermediación, la transmedia y micromediología. Es decir, la esfera mediática y cultural actual se distingue por su brevedad efímera, la fugacidad, la fragmentación, la viralidad, la remixabilidad, la velocidad, la sobreestimulación informativa y la infoxicación mediante fake news. Además, se pueden agregar la robotización y algoritmización de los contenidos en las plataformas digitales mediante la Inteligencia Artificial y la creación de nichos o cápsulas de información que ya están completamente instaladas en el común informativo de la ciudadanía. 

Esta nueva configuración cultural, social y de acceso a la información es absolutamente compleja. Para la totalidad de la población, que somos consumidores de información de manera cada vez más exacerbada, la respuesta a la pregunta sobre cuál es la verdad y la realidad de la sociedad se aleja y se esconde detrás de uno de los métodos de promoción de la ignorancia que se mencionaron anteriormente. Para los partidos políticos y el periodismo que son funcionales y que responden a tendencias neoliberales o liberales, una mediatización caracterizada por la desinformación, la sobreinformación y la monopolización les es beneficiosa a la hora de construir un sentido común afín a sus intereses.

De hecho, el equipo comunicacional del presidente Javier Milei, comprende e interpreta acordemente estas características de la comunicación actual y sabe usarlo a su favor. Mientras tanto, muchos políticos de la oposición y algunos medios de comunicación y periodistas, aún se encuentran tambaleando, intentando comprender cómo construir sentidos en una sociedad mediatizada, desconocida y novedosa. 

A su vez, el periodismo se encuentra atravesando una problemática respecto a la libertad de expresión. Si bien, en cada gestión de gobierno existieron periodistas que denunciaron persecución política, desde la llegada de Milei a la Casa Rosada, estas cuestiones son más contundentes y, el Poder Ejecutivo no escatima con su violencia.

Siguiendo los pasos de su ídolo, Donald Trump, el Presidente apunta incansablemente contra periodistas que trabajan de contar y mostrar el impacto social y económico de las medidas de su gestión y que no sucumben ante sus presiones. “No se odia lo suficiente a los periodistas” posteó en su red social X, y los atacó en varias ocasiones acusándolos de “ensobrados” si tienden a cuestionarlo, ni hablar de los sobrenombres absurdos a los que nos tiene acostumbrados para algunos comunicadores: “Pautino”, “María Pauta Santillán”, “Pautino Rodriguez”, “Mandrilesio”, entre otros. Además, el 11 de mayo pasado, Milei denunció penalmente por “calumnias e injurias” a tres periodistas: Carlos Pagni, de La Nación; Viviana Canosa, de Canal 13; y Ari Lijalad, de El Destape, que aludieron que el método para construir poder y el discurso del Presidente son cercanos al nazismo. Sin embargo, la justicia desestimó esta causa ya que consideró que ejercieron su profesión periodística amparados en la libertad de expresión. 

Estos aprietes judiciales, persecuciones políticas, discursos y manifestaciones de odio, generan un clima de violencia que no sólo se queda en lo narrativo. Por ejemplo, durante las marchas que suceden todos los miércoles en defensa y reclamo de los jubilados, la represión ejecutada por gendarmería, a cargo de Patricia Bullrich, arrasa con todos, inclusive periodistas, movileros y camarógrafos que intentan cubrir el accionar represivo. Así fue como el fotógrafo Pablo Grillo sufrió un impacto en la cabeza por un gas lacrimógeno lanzado por el gendarme Héctor Guerrero, que lo dejó en graves condiciones de salud.

Es una etapa riesgosa y complicada para ejercer el periodismo, no sólo por la falta de credibilidad en muchas fuentes informativas, la desestimación por la creciente compra y venta de influencias que afectan a la intención periodística de orígen verídico, y la dificultad de la adaptabilidad de las nuevas tecnologías y circuitos de información; sino también por la violencia recibida que depende del posicionamiento desde donde se informe. 

En este día, todos aquellos periodistas y comunicadores comprometidos con la libertad de prensa e informativa, debemos reconstruir un periodismo que denuncie los hechos de interés público desde un lugar ético y de confianza, y retomar aquellas ideas de Mariano Moreno de informar para la libertad y la soberanía nacional.

La clave ante los ataques por parte del gobierno es la unidad de los profesionales. Pero también es importante reforzar la investigación y búsqueda de fuentes, promover espacios que den lugar a la voz de la ciudadanía e integrar a la juventud y especializarse en una comunicación teniendo en cuenta los avances tecnológicos para trabajar sobre los procesos de difusión de información y de formación de opinión pública actuales. Es indispensable, en la era de la desinformación, volver a tener un periodismo de calidad y de confianza para la liberación del pueblo. 

Por Celina Casentini.

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