*Por Alma Reynoso
La película Belén (2025), dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi, se basa en el libro Somos Belén de Ana Correa y reconstruye el caso de una joven tucumana que fue encarcelada tras sufrir un aborto espontáneo.
La historia comienza cuando Julieta, interpretada por Camila Plaate, llega ensangrentada a un hospital público. Allí se entera de que está embarazada. Es esposada, acusada de homicidio agravado por el vínculo y sometida a prisión. En ese contexto aparece Soledad Deza (Dolores Fonzi), una abogada que decide asumir el caso y enfrentarse a un sistema judicial conservador y profundamente patriarcal.
Los personajes están muy bien construidos. Julieta no es una heroína ni una mujer perfecta: es una víctima de este sistema en el que vivimos. Aunque ella no lo reconoce en un primer momento, Soledad le dice: “Vos sos solo víctima”. Y le remarca: “En este lugar son muy rápidos para hacerte creer que sos culpable”, haciendo referencia no solo a la cárcel, sino también al sistema judicial y a la sociedad.
Soledad es una mujer trabajadora, una abogada feminista que milita junto a otras mujeres, pero también es madre, y esto se expone en la película con mucha tensión. La relación madre-hija está muy bien lograda: la frustración de una hija que ve a su mamá ocupada con su trabajo y siente que, por eso, no la quiere. “Me gustaría ser un caso, así me prestás atención”, le dice. Pero, a medida que la película avanza, esa frustración se convierte en admiración por una mujer que lucha y por la causa que sostiene, incluso volviéndose parte de ella.
La abogada anterior de Julieta, Beatriz Camaño, está alineada con el poder, poco comprometida con la víctima, incluso haciéndole sentir que debería estar agradecida por la sentencia, como se expresa en la película.
Por otro lado, vemos al esposo de Soledad, Diego, que no cumple un rol masculino tradicional: él lleva a los nenes a la obra del colegio aunque su esposa tenga que llegar tarde; él acompaña. Incluso cuando la familia comienza a recibir amenazas y hostigamientos, le deja en claro: “Lo que vos decidas, yo te acompaño”. Lo que muestra que la lucha es colectiva, que nadie puede solo.
Julieta ve en Soledad una salida: “Vos te vas a reír de mí. Cuando te vi en la tele me di cuenta de que vos me vas a sacar de acá”, le dice. Frase que te hace llorar en medio de la sala de cine, porque condensa fuerza y esperanza en medio del encierro y la injusticia.
Hacia el final de la película, la escena del ojo de Julieta encapsula un gran mensaje: se ven las miles de mujeres que salieron a marchar para pedir por su libertad, mientras ella está encerrada. En esa mirada, Julieta entiende que no está sola. Un sentimiento que la película logra muy bien: la soledad de Belén se siente y se sufre en cada pequeño detalle, desde ser encarcelada sin posibilidad de defenderse hasta que no le entreguen el expediente a sus abogadas. Porque Belén estaba presa mucho antes de estar tras las rejas, y fue declarada culpable incluso sin serlo.
Una película que te sensibiliza profundamente. Te hace llorar, pero también te llena de esperanza. Como si en esa vulnerabilidad, injusticia y lucha hubiera fuerza —y la hay—. Porque en todas esas mujeres que salieron a luchar hay vivencias de injusticia, y son esas vivencias las que las llevan a las calles, las que las impulsan a luchar. Eso fue lo que cambió la historia de Belén para siempre, y la nuestra también.
Porque Belén somos todas.
